Wendy Sánchez: una mujer dispuesta al cambio

Inicio / Noticias / Wendy Sánchez: una mujer dispuesta al cambio

Publicado: Sáb, 11/06/2016 - 00:00

Compártalo

Wendy Sánchez: una mujer dispuesta al cambio

Luego de trabajar cinco años en Bogotá con la Fundación Compartir, su deseo de vivir en Medellín se volvió realidad y siguió su experiencia con la Fundación, pero hace seis meses desde Rionegro, Antioquia.

Wendy Alejandra Sánchez es risueña, creativa, con iniciativa, pero sobre todo, arriesgada y abierta al cambio. Sin pensarlo dos veces, luego de un viaje en carro que hizo con su familia a la Costa, pero que en el trayecto llegaron a Medellín, la conexión con la ciudad fue como amor a primera vista. De inmediato regresaron del paseo, tanto su esposo Javier como ella, empezaron a buscar la forma de irse, ya que estaban cansados del tráfico, el clima y el desgaste de vivir en Bogotá, lo que no le permitía dedicarle el tiempo que quería a su hijo Santiago, de ocho años.

Así que, esta mujer que hacía parte desde hacía cinco años del equipo de auditoría de la Fundación Compartir en la capital, se fue destacando por su trabajo y ocurrió algo inesperado, pero muy provechoso para sus planes.  

¿Cómo surgió lo de trabajar con la Fundación Compartir en Medellín?

A finales del año pasado, en la oficina empezaron a hablar de que necesitaban buscar a alguien recién graduado de contabilidad para que estuviera en la obra Mirasol que iban a iniciar en Rionegro, Antioquia. Yo escuché esto y cuando llegué a la casa se lo conté a mi esposo y él me dijo, tú cumples con todos los requisitos, habla con tu jefe y postúlate. Eso hice y Claudia Amaya aceptó mi propuesta y de ahí en adelante empezamos a buscar casa por internet, colegio para mi hijo. Íbamos y veníamos constantemente.  

¿Qué ha cambiado en la vida de Wendy?

El venirnos a Medellín ha sido un cambio total porque tengo mucho más tiempo para mi hijo, además, vivo en Rionegro a 15 minutos de la obra y me vengo en moto, así que no me estreso por el transporte público. Aprendí a comer fríjoles y el claro con bocadillo, que es el agua que suelta el maíz al cocinarse, y también hemos conocido muchos sitios y pueblitos de los alrededores de la ciudad.

¿Qué extrañas?

A mi familia y a mis amistades. Ha sido lo más duro porque acá no conocíamos a nadie y estábamos acostumbrados a que mi mamá cuidaba a Santiago, pasábamos todos los fines de semana con ellos y acá solo somos los tres, lo que nos ha fortalecido como familia.

¿Para ti qué significa la Fundación Compartir?

Ha sido un gran apoyo en mi vida, gracias a ella y a los ahorros que tenía con el fondo pude comprar mi carro, hacer la fiesta de mi matrimonio, estudiar contaduría pública y estoy muy agradecida por haberme dado la oportunidad de trabajar con ellos en Rionegro.